Algunas razas nacen con un amor extraordinario y un instinto protector con los niños, como es el caso del Bobtail, pero en general depende mucho de la socialización temprana, del adiestramiento del perro y de la educación en el respeto del niño hacia el animal.
Es muy importante no mantener aislado al perro de la presencia de los niños. Muchas personas alejan a su mascota de toda la vida cuando llega un bebé a la familia; esto impide que el animal adulto olfatee y tome conciencia de que es un miembro más de su manada humana. Siempre bajo nuestra supervisión debemos dejar que el animal satisfaga la curiosidad de reconocer al nuevo miembro de la familia para que de manera progresiva el perro pueda convertirse en un gran protector del bebé.
La situación se complica cuando ante la llegada de un niño a la familia el perro es desterrado al jardín o a una jaula, perdiendo en ese momento todos sus privilegios, relegado al olvido y la soledad. Nunca se acostumbrará a los sonidos emitidos por el nuevo inquilino ni reconocerá sus torpes movimientos, ni será corregido por el líder (el propietario) cuando intente sobrepasar los límites establecidos; en estos casos pueden producirse situaciones lamentables.
En conclusión, debemos colocar a cada uno en el lugar que le corresponde; el perro lleva impreso en sus genes la aceptación de la jerarquía establecida sin poner nunca en entredicho el lugar que le ha sido designado, mantendrá su posición sin ningún tipo de rivalidad y aceptará su lugar, pero también debemos educar a los pequeños en el respeto y el buen trato al animal, no debemos consentir comportamientos inapropiados con él y en el momento en el que tenga capacidad para ello será también el encargado de colaborar en ciertas tareas para el mantenimiento del perro. Los niños de cierta edad son capaces de asumir el liderazgo de manera innata y también pueden transmitirlo al perro. Pero a pesar de todo esto, siempre debemos estar presentes y supervisar el comportamiento de ambos para evitar problemas.
